Asteroide A/1I/2017U1 (Oumuamua)

Órbita del asteroide Oumuamua. Credit: NASA

“Podría ser una sonda totalmente operacional enviada de manera intencionada a las proximidades de la Tierra por una civilización alienígena”.  (Profesores Abraham Loeb y Shmuel Bialy  Universidad de Harvard).

El 19 de octubre de 2017 fue descubierto un objeto (en principio se creyó que era un cometa) que pasó a una distancia, alejándose de la Tierra, de poco más de 32 millones de kilómetros, 0,21 Unidades Astronómicas, U.A; (1 U.A.=150 millones de kilómetros=distancia entre la Tierra y el Sol) y, por la excentricidad de su órbita, se dedujo que iba camino del espacio exterior al Sistema Solar. 

Hoy lo llamamos el asteroide 1I/2017U1 (1I significa 1º asteroide inter-estelar). Fue descubierto por el astrónomo Robert Weryk en observaciones hechas con el telescopio Pan-Starrs. Este observatorio del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai, se dedica al sondeo panorámico permanente espacial, mediante la combinación de espejos relativamente pequeños con cámaras digitales agrupadas, consiguiendo con ello hasta una resolución de 1,4 Giga-pixeles.

Este asteroide podría ser el primer objeto que, por la órbita que se calculó (excentricidad e=1,1995), va camino del espacio profundo y habría pasado cerca del Sol en septiembre anterior, a una distancia de 0,2483 U.A. (el planeta Mercurio está a una distancia de 0,3860 U.A.)

Los primeros datos que se pudieron analizar fueron excepcionales: 

  • La forma, que se definió por las fluctuaciones de luz recibidas, indicaba unas dimensiones desproporcionadas: una de ellas 10 veces más grande que las otras dos (casi 400 metros de longitud).
  • La velocidad con la que se acercó al Sol también era fuera de lo común, por lo elevada (87,7 km/s).
  • La inclinación de su órbita sobre el plano donde se mueven los planetas solares (plano de la eclíptica) era de más de 120º.
  • La excentricidad de su órbita (e=1,1995), claramente hiperbólica, lo que indica que la dirección de sus ramas es al infinito.
  • La superficie exterior del asteroide, de color rojo oscuro, es dura y no desprende ningún elemento, como cabria suponer de un objeto que proviene de espacios sumamente helados.

Todo ello hizo creer que bien pudiera ser un artefacto, producto de alguna ingeniería, y no de un proceso natural de formación, según lo entendemos,  lo cual nos colocaría ante el primer objeto, tripulado o no, de facturación extrasolar.

Siguiendo esta linea de investigación, “The Breakthrough Initiatives” -un programa de exploración científica y tecnológica que investiga las grandes cuestiones de la vida en el Universo- como parte de su misión de búsqueda de comunicaciones extraterrestres, utilizando el Radio-telescopio Greenbank; hizo un seguimiento del asteroide el 13 de diciembre de 2.017, durante 10 horas, para detectar algún tipo de señal de radio.

A la distancia que ya se encontraba el asteroide, más allá de la mitad de la que hay entre Marte y Júpiter, en pleno Cinturón Principal de Asteroides, el Telescopio Green Bank tardaría pocos minutos en detectar algún transmisor con la potencia de un teléfono celular. Pero no se detectó nada parecido a eso.

Posteriormente los astrónomos Abraham Loeb (Presidente de la Universidad de Harvard- Departamento de Astronomía) y  Shmuel Bialy ( doctor en Filosofía, Física y Astronomía, profesor de la Universidad de Harvard, Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics), publicaron un estudio en la revista Astrophysical Journal Letters, con la conclusión de que “‘Oumuamua» podría ser una sonda totalmente operacional enviada de manera intencionada a las proximidades de la Tierra por alguna civilización alienígena”. Exactamente igual cómo se ha hecho desde la Tierra con las sondas Voyager I y II.

No se pudo determinar ninguna señal de radio procedente del objeto, pero también es fácil de entender que si, alguna civilización que se ubicara a centenares, quizás miles de años-luz de distancia de nuestro sistema, fuera capaz de enviar un artefacto  a este área de la Galaxia, a nuestro Sistema Solar, en un tiempo asequible, debería estar en un nivel de evolución, en relación con la escala de Kardashov, no ya de controlar suficientemente los recursos energéticos de su planeta (1º nivel), sino también los de su sistema planetario (2º nivel), e incluso los de nuestra Galaxia (3º nivel). En ese caso los humanos nunca podríamos acceder a sus niveles de comunicación, si ellos no quisieran.

Esencialmente, ahora se cree que el asteroide es un cuerpo denso y rocoso con un alto contenido de metal y poco hielo. Su superficie oscura y enrojecida es una indicación de la cantidad de tolinas, resultado de moléculas orgánicas como el metano que, irradiadas por rayos cósmicos durante millones de años de navegación, pueden llegar a conseguir el aspecto que tiene actualmente. 

Las mediciones de su brillo parecen indicar que una de sus caras alargadas muestra un color rojizo, el característico de las tolinas, más intenso que en las otras. Lo que también indica un origen no fortuito, pues iguales probabilidades de radiación hubieren tenido las otras caras volando por el espacio interestelar. Aparentemente todo el asteroide parece puramente natural pero, analizando sus características, no lo es tanto.

Los cálculos iniciales que los astrónomos han realizado sobre su órbita, han deducido que proviene de la marcación de Vega, la estrella más brillante de la constelación de Lyra, a una distancia de 25 años-luz de nuestro Sistema. 

Viajando a una velocidad inusual de 95.000 km/hora, “Oumuamua” habría abandonado el sistema Vega hace unos 300.000 años. En ese caso, podría no ser suficiente ese corto espacio de tiempo, astronómicamente hablando, para alcanzar esos resultados sobre la morfología de su superficie. Por lo que su aspecto, aparentemente natural, podría ser elaborado, igual que su forma, muy alargada, que es la idónea para navegar sin riesgo de impactos de objetos no deseados y la más adecuada para generar gravedad artificial en los extremos.

Sin embargo, también es posible que el asteroide se haya originado en algún otro lugar lejano, deambulando por la Vía Láctea durante millones de años. En la Constelación de Lyra hay otras estrellas, nebulosas planetarias y cúmulos globulares (de formación de estrellas), aunque mucho mas lejanas -hasta más de 2.300 A.L.- y ¿por qué no?, si correspondiera a alguna civilización desarrollada, pudiera provenir de alguno de esos sistemas estelares.

La estrella Vega, de edad relativamente joven, 455 millones de años (el Sol 4.500 millones de años), de donde supuestamente procede, posee un disco de polvo y gas a su alrededor que fue descubierto por el satélite IRAS  a mediados de los años ochenta del siglo pasado. Esto puede significar que allí se está generando un disco proto-planetario y que, por lo tanto, hubiera planetas en formación.  Entonces, este asteroide también podría ser  consecuencia de esos restos. Similar a lo sucedido en nuestro Sistema.

Proveniente de un hipotético cinturón de asteroide de esa estrella, las posibilidades de colisión con otros objetos locales serian elevadas. En el caso de un impacto, ese objeto sería el resultado del desprendimiento de uno mayor, pero lógicamente seria de una forma irregular, y no en forma de tubo como la de éste, que más bien parece haya sido elaborado.

La velocidad con la que se acercó al Sol también  fue extraordinaria por lo elevada (87,7 km/s). En su perihelio (su punto de mayor acercamiento al Sol) la velocidad de escape del Sol es de cerca de 559 kms/seg. 

En este caso, una vez dentro de la zona de influencia gravitatoria del Sol, el asteroide  solo desarrolló una velocidad muy inferior a la de escape, por lo que no conseguiría salir del Sistema Solar, y debería cambiar su trayectoria para quedar como la de una elipse, alrededor de nuestra estrella. Pero parece que no va a ser así y el objeto ha ido aumentando su velocidad según se aleja del Sol, contraviniendo las leyes de Kepler que son de aplicación Universal (el asteroide, según se aleja del Sol debería reducir su velocidad). 

Tampoco es posible que la causa de su aceleración paulatina fuera debida a la expulsión de gases porque en ese caso hubieran formado coma (que no la hubo) en su aproximación al Sol y hubiera sido allí, con mayor energía, cuando se hubieran manifestado, aumentando su velocidad.

Más bien parece que fue la proximidad del Sol, la que redujo por gravedad, su velocidad, y según se aleja de su influencia, la va aumentando.

Su proximidad al Sol sería la razón de altas temperaturas que se alcanzarían en su superficie, razón por la cual, probablemente, se hubiera desprendido, en parte, de sus componentes disgregados: polvo, arena, piedras, aunque no hubieran sido volátiles, y entonces hubiera formado también un coma,  tal y como sucede con el asteroide Phaethon (asteroide n.º 3200) que se acerca al Sol hasta solo 0,13 A.U., una de las más cercanas de las conocidas, llegando a alcanzar en su superficie 751ºC, lo que da lugar a una larguísima cola. Sus restos dan origen, al cruzarlos la Tierra en su órbita, una lluvia de meteoros espectacular que se puede apreciar sobre el 14 de diciembre. Se trata de las “Gemínidas”, por observarse en la constelación de Géminis. 

Pero el asteroide Oumuamua no produjo ningún coma, aunque se acercó mucho al Sol, porque su superficie carece, no solo de elementos volátiles, también  de disgregados. Tiene una superficie compacta.

Apoyamos las conclusiones de los profesores Abraham Loeb y Shmuel Bialy en su exposición de que podría ser una sonda operacional enviada de manera intencionada.

De esta forma también se podría responder a la famosa paradoja de Fermi “si hay oras civilizaciones ¿dónde están?”. Ya hay aquí una posible respuesta.

Alguna compañía ha diseñado planes para fabricar algún tipo de nave, quizás en los próximos 5 años, que pueda conseguir una velocidad suficiente como para alcanzar al asteroide antes de que entrara en el Cinturón de Kuiper, pero los desafíos que presenta este proyecto son grandes: ¿Como alcanzar velocidades que doblaran la del asteroide?, ¿como frenar en la llegada a su punto espacial?,  ¿como regresar con alguna muestra de su superficie?; hacen del mismo en este momento un reto espectacular, pero estas pruebas serían cruciales para un análisis más cercano del primer objeto interestelar detectado.

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